domingo, 7 de abril de 2013

Reflexiones de un pájaro


(recuperando viejos escritos)

Salto, salto y vuelvo a saltar, esta es mi vida y poco me importa lo demás. Creo que algún día el salto me podrá salvar, porque algunos grandes ojos me vienen cada mañana asechando en mi hogar, y grandes ramas movedizas, cálidas como un abrazo de mi madre, pero miedo me provocan aunque ellas solo pretenden acariciarme.

Miro, miro, sin mirar, mil imágenes ante mis ojitos se dan, grises como las nubes que anuncian la lluvia, grises como la niebla que por las mañanas cae sobre las montañas. Y creo que algo se mueve,  no soy yo, y mis palos amigos, aun conservan su lugar. Algo me deslumbra, ¿El sol? Aquel señor grande, viejo y glotón. El me hace reír y saltar aun más, entre un azul despejado y nubes blancas se asoma y me saluda, aunque suene infantil hace que el corazón me lata cada segundo más. Y aunque siempre lo veo entre líneas porque el siempre vestido va, y aunque alguna vez me lo ha negado yo se que este atuendo, por él, es necesitado.

Solo hay una presencia que hace más daño a mi corazón hace. Una tierna amiga, día sí, día no, me viene a visitar. Todo claro, ella guapa sí que es, y cuando aletean sus alas al volar, mi corazón a velocidades luz lo hace palpitar. Además en sus ojos, aunque arruinados por aquella cicatriz, se le ve una pasión y rebeldía por la vida, formadas están por los malos trechos, en los que ha estado y las cuencas en las que sus ojos has llorado. Me invita a volar, pero no puedo, entre líneas blancas me veo aprisionado, la invito yo, más si mí gigante cuidador con el que convivo no quiere, sus alas nunca más volaran…

Y por atrás se me aparece, el señor sol ya se ocultó, con el mi alegría se esfumó, las sombras del habitáculo sin vida donde paso el resto de las horas, se acercan y me devoran. Solo, solo y solo otra vez, no me queda más que saltar, pero si canto, canto y vuelo a cantar, quizás mi gigante cuidador me venga a sacar y al fin yo podré volar.

Otra vez las ramitas vienes a mí esta vez me aprisionan, no entiendo bien el porqué, me dirigen hacia una imagen fuera de lo normal, donde de las líneas blancas, no hay más. Intento volar, flotar en el aire un instante y que aquellas ramas no me atrapen. Pero insisten en la persecución, vuelo de aquí y hacia allá, vuelo sin censar, pero me canso y tengo que descansar… Entonces me vuelven a atrapar y por más de mil picotazos que le dé a la rama, por su misión aun aguanta. Entonces me doy cuenta cuando las ramas me giran el cuerpo, que quien me quería sacar era aquel gigante cuidador, y con el algo volando viene por detrás, mi querida plumas blancas, en este habitáculo, me viene a visitar. Y mi corazón se excita, salta y vuelve a palpitar, de las ramas me deshago y mis alas desperezadas se apartan de mi cuerpo para comenzar a volar, y dejo de saltar pues aunque por poco tiempo sea, feliz estoy, y feliz quiero estar.


...Las aves más majestuosas de todo este enorme lugar 

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