lunes, 9 de junio de 2014

Antihéroes

En las últimas películas y series que he decidido mirar, existe una cierta simpatía continua por presentar a los supuestos héroes, como “maquiavélicos” personajes que distinguen el mal del bien, pero deciden tomar acciones bajo su propia justicia manteniendo las apariencias de rebeldes.

Dibujo de Walter White, personaje de Breaking Bad
Es la maldición del antihéroe, el más reciente y famoso de todos es Walter White, quien es un padre de familia que decide entrar en el mundo de la droga al enterarse de que tiene cáncer. Sin embargo ¿De qué manera esto cambia la sociedad?, 3 años después de estudiar ciencias políticas y gestión pública, me he dado cuenta que el reflejo de la sociedad se ve en las series y películas que surgen. Os compruebo mi teoría, hace unos años, las muertes y los actos perpetrados en una de las mejores adaptaciones gráficas, obviamente estoy hablando de la serie de Game of thrones, no podrían haber conseguido el rating que consiguen con cada episodio, y tras su cuarta temporada continúan siendo una de las series más populares de los últimos tiempos.

Sin embargo ¿Qué futuro planteamos ante la sociedad con esta clase de fanatismo?, Los tiempos están cambiando y la sociedad se renueva, planteamos entonces un mejor mundo en donde acciones basadas en la “justicia por tu mano” son correctas y respetadas. Lo más sorprendente de esta maldición atractiva, es que empresas que pregonaron el bien o el mal, en su máximo radicalismo, ahora están cayendo en la tendencia. Mirar la última película de Disney Maleficient (Maléfica), donde una de las villanas que marcaron mi infancia con su temible risa y su esbelta figura opaca, ahora… es una maldita antihéroe.


En conclusión, acordémonos que todos tenemos héroes a quienes alabar y que probablemente serán más reales para nosotros que muchos propios conocidos de nuestra vida ¿Queremos pues que el futuro solo recuerde antihéroes? Nada ni nadie es perfecto, la humanidad misma es una continua prueba de fallos y mejoras… pero entre cada fallo tiene que haber algo muy bueno, porque por cada si hay un no. No solo intermedios ambiguos que nos presentan éticas y morales decadentes, añadiéndoles una desafección por la sociedad y sus construcciones normativas.